(si no sabemos arder, ¿qué nos queda?) |
Leo Para acabar con el teatro de Gabriel Noguera y no comprendo (como no comprendí leyendo sus otros libros) que no sea más conocido/reconocido. ¿Quizá es que el mundo se ha vuelto demasiado serio/solemne/aburrido?
Las nueve micropiezas que componen el libro me parecen Geniales, con mayúscula. Esa genialidad que, diría Vonnegut, sólo sucede cuando Dios nos suelta del cogote (y eso que Vonnegut no creía en Dios). Se nota que Noguera ha disfrutado escribiéndolo porque quien lo lee también disfruta. Mucho. Y qué más se le puede pedir a un escritor que esa honestidad doble: la de escribir por el placer de sentir sólo placer mientras escribe, sabiendo que lo que escribe muy probablemente no lo lea nadie.
No suelo decir tacos, pero me me jode muchísimo que no sea mundialmente conocido. Que sí, que igual él tiene un poquito de culpa por no saber/querer revolotear en saraos vistiendo camisas de colorines. En fin.
Pienso en Dürrenmatt, en cuánto habrían disfrutado hablando de sus cosas. También me gusta imaginar a Woody Allen en su librería favorita de NY, "Gotham Book Mart". El gato de rayas naranjas que se pasea sobre las mesas atiborradas de libros le señala uno enarcando el lomo. Es de Gabriel Noguera. Allen, hipnotizado por un gato cebollero, se lo lleva a casa. Le gusta tanto que dice a su secretaria que vaya en busca de ese tal Noguera, ese escritor tercermundista, y se informe de si tiene padres porque quiere adoptarlo. El resto sería historia.
Lástima que la librería "Gotham Book Mart" también sea historia (Midtown Manhattan 1920-2007).
Desde aquí hago un llamamiento: Lean a Gabriel Noguera, ¡necesitamos tanto reír!