la belleza se descalza

(teresa sebastián 1959-2020)
su ojos tan limpios diciéndome, mientras se descalza, que no barra la terraza, que las hojas secas y el polvo son parte de la tierra, su dulzura inmensa intentando curarme el dolor de cabeza con las manos y rodajas frías de manzana, su serena sorpresa por todo, su entusiasmo, su devoción por lo pequeño, su fuerza, su fuerza, su fuerza

de interior

(esa lentitud de los libros, las piedras y los cactus)
Cuando no puedo dormir recito para mis adentros los 50 estados de Estados Unidos con sus correspondientes capitales. Suelo dormirme en Iowa. Pero si alguna vez llego despierta a Missouri, me desvelo. Hoy me he acordado de Don Juan Moreno Casasola en Ohio. Don Juan era el médico de cabecera de mis padres. Mi médico era Don Rafael Mesa. Me gustaba ir a su consulta. En el centro de la sala de espera había un sofá circular de escai verde en forma de flan. A Don Juan sólo recuerdo haber ido dos veces. Una, muy pequeña, de urgencia, con un dolor intenso de estómago. La sala de espera estaba llena. Al llegar vomité algo muy oscuro que mi madre y la enfermera identificaron como sangre. Nos dejaron pasar. Nada más mirarme la lengua y palparme el vientre, Don Juan me preguntó si había comido chocolate. A los médicos no se les miente, había oído decir: Una cajetilla entera. Entonces no estaba mal visto vender cigarrillos de chocolate para niños (como ahora parece normal el Champín en las fiestas infantiles; veremos qué dicen de nosotros en el siglo XXII). La segunda vez tendría 6 ó 7 años y era una experta en puzzles de mil piezas, beberme tebeos de Pumby e inventar historias. No necesitaba más. Si las niñas venían a buscarme para jugar le pedía a mi madre que les dijera que estaba castigada. Además solía meterme en el armario a pensar o, según mi madre, me quedaba demasiado tiempo "pensativa". Acabé en la consulta de Don Juan. La consulta estaba en su casa, entrando a la izquierda, una casa palacio siempre en penumbra, con un zaguán, un patio con habitaciones alrededor y un piso superior. Al leer el nombre de la calle me entró la risa nerviosa (una casa tan regia y un señor tan serio en Molinillo del aceite). Enferma no parece, dijo Don Juan después de auscultarme. Mi madre le explicó. Se sentó a mi lado, acercó mucho su cabeza a la mía como si fuera a contarme un secreto. ¿No te gusta jugar?, ¿no te gusta salir a correr a la calle? Asentí. Pero prefieres quedarte en casa con tus cuentos y tus álbumes pegando estampitas. Lo miré a los ojos: Sí. El sí más rotundo de mi vida. Ni siquiera me recetó hierro o vitaminas. Supongo que por eso mi madre no volvió a llevarme al médico.

De todo esto me he acordado esta 45º madrugada de confinamiento e insomnio. Siempre he sido de interior. Me provoca cierta incomodidad pensar que tendré que volver a la velocidad de la vida "normal" y que ya no puedo pedirle a nadie que me castigue sin salir.

encuesta

(nada como las sombras móviles)
Sigo preguntando a los amigos qué van echando de menos. Laporte, que hasta los 21 días seguía sin echar de menos nada, a los 28 respondió que andar con pasos largos. A los 42, correr. Estoy convencida de que a los 56 me dirá, ¡volar!

Mi evolución favorita, por ser la más humana, es la de Salvatore: responsabilidad ajena, ver a los amigos, todo y nada, nada y la normalidad.

Hasta los más ficus, como se autodenomina Perkins, a los 28 días echó de menos bajar a por el periódico. Villagrasa y yo seguimos en la misma casilla, sin echar de menos nada, y reconocemos que nos va a costar volver a la velocidad y el ruido de antes.

lee galdós

Como decían en aquella chirigota: "Qué bonito to, no?".
(Y qué vieja estoy. Tengo que volver a tomar polen y levadura de cerveza.)
https://www.youtube.com/watch?v=opP17H8iDCs

luis miguel madrid

(días felices en la laguna
y eva supo, como siempre, captar la felicidad)
Nunca he entendido a esas personas que, cuando se enteran de la muerte de alguien dicen: No puede ser. Hoy es lo primero que he pensado al saber que a Luis Miguel Madrid se lo ha llevado el Covid-19. Sin duda porque no he conocido jamás a nadie tan lleno de vida como él.

¿quiénes son las ratas?

Telediario. A una médica, sus adorables vecinos le han hecho una pintada en el coche: "Rata contagiosa". Yo no le daría pábulo a estas cosas por aquello del efecto copycat. Con qué facilidad pasa el ser humano del aplauso a la barbarie. Ya lo cantaba El último de la fila hace un montón de años: Los hombres se destrozarán con esa crueldad que les da el miedo. Curiosamente, la canción se titula "Otra vez en casa".

asco visceral

Mariano Rajoy sale a caminar a paso ligero. No veo que lleve mascarilla. No veo que lleve bolsa de basura ni compras del súper más cercano a su vivienda. Dudo que viva en un piso interior de 50 metros cuadrados. 

Me molesta. Mucho. Pero más me molestan quienes no desaprueban su actitud e incluso aprovechan para decir cuánto lo admiran.

Que no se nos olvide: La mujer del ogro es peor que el ogro.

14 de abril, día de leer

Pues hacía tiempo que no leía nada tan sensato.

querido sam, dos puntos

(Beckett&Co)
Con lo que te gustaban los cafés, las terrazas y dar zancadas, no sé muy bien cómo habrías llevado esto de estar entre cuatro paredes. Molloy sabía de confinamientos, pero a ti no te imagino sin asomar las narices al mundo. Ya sé que no estás, pero cuídate igualmente. Feliz cumplealgo.

west end, de josé morella

(tenía una imagen mejor, pero está confinada)
Siempre pienso que los demás dirán mejor las cosas que yo. Por eso, después de leer (entusiasmada y apabullada a partes iguales) West end (Siruela, 2020) busco a ver qué han dicho otros.

"Podrían decirse muchas, muchísimas cosas de West End, un artefacto creativo que respira con la naturalidad de un ser vivo, que supone un repaso a una parte de la Historia reciente de nuestro país y nos devuelve un retrato mucho menos apetecible que el habitualmente ofrecido por las ficciones que han decidido idealizar los últimos años del franquismo y los primeros de la democracia, e incluso intuir que ese supuesto cambio social que hemos vivido no sea tal. Hay mucho en las alforjas de este libro, por eso, mejor que seguir leyendo esto corran a hacerse con un ejemplar del libro de Morella y léanlo, que les hará mejor servicio que estas líneas."
Esto es el final de un largo artículo de Antonio Jiménez Morato en http://revistapenultima.com

Por mi parte, mientras la leía, movía la cabeza (oh, uf, ooh). Y después, si lo hubiera tenido delante le habría dicho mirándolo a los ojos: "Menudo libro has escrito, Morella, menudo libro".



sol espléndido

(cuando todo brilla)
Oeste dijo: Sol espléndido. He sacado un libro, una libreta, un lapicero y un vaso de agua. Un gorrión espolea el ficus. A cada rato la sombra de un pájaro cruza el mantel. Bebo hasta dejar solo un dedo. No quiero que ninguna sombra se ahogue en mi vaso. Dos moscas se aparean violentamente en el suelo, intentan volar pero pesan demasiado y caen, y vuelven a caer. No sé si la hembra intenta zafarse del macho o están probando posturas acrobáticas. No sé si existe la violencia de género entre moscas. No sé si separarlas. El verode brilla, las buganvillas brillan, todo en la mesa brilla.

Llevamos veinte años aquí y acabo de descubrir la terraza. Soy de interior y el ruido de la autovía no ayudaba. Ahora sólo se oyen pájaros. Ayer vi dos patos en la piscina y unos mirlos brincando por la acera. Desaparece el ser humano y la naturaleza ocupa su lugar.

lápiz mágico

(esto sí que era una app, y lo demás cuento)
Cuando comenzó el confinamiento me apunté como voluntaria (todavía no me han llamado). Entre los datos que pedían: profesión. Me lo pensé: escritora. Me cuesta mucho decirlo. No me gano la vida escribiendo ni me gustaría que escribir se convirtiera en una profesión. Si me preguntan, digo que me gusta escribir aunque lo que de verdad me gusta es verme escribiendo. Me produce la misma infantil y excitante sensación que con aquellas libretas que se llamaban Lápiz mágico. Pasabas un lápiz con cuidado por la superficie y aparecía un dibujo. Para mí escribir es eso, pasar la punta del lápiz por el papel y que aparezca una historia.

carlota quiere leer, de miguel ángel oeste

Miguel Ángel Oeste no para. Mientras espera la publicación de su nueva novela Arena (Tusquets) para este otoño, nos deja este regalo.

¿Tenéis niñas y niños en casa y ya no sabéis a qué jugar con ellos? Voilà!

https://www.diariodesevilla.es/entrevistas/Miguel-Angel-Oeste_0_1450955507.html

la luz también se ríe

(hay otras tapias, pero están en esta)
No es de ahora. Desde enero duermo mal. En realidad desde siempre. Dejé de beber vino tinto porque me hacía el mismo efecto que el café. Sobre las tres me despierto, voy al baño, voy a la cocina, bebo agua, enciendo la luz del extractor y me quedo unos minutos mirando la vitrocerámica. Es la luz que más me acompaña de toda la casa. El extractor y yo llevamos los mismos vatios entre los pulmones. Después voy a la puerta de la terraza, abro un poco la cortina y miro el cielo. Siempre espero tontamente ver alguna fugaz. Qué frías parecen las estrellas desde tan lejos. A veces apoyo la frente en el cristal para sentir ese frío. En Salitre, hace veinte años, encendía el ordenador y escribía poemas. Ya nunca escribo de noche, ya nunca escribo poemas.

Amanece. Una carcajada de luz llena la habitación. El bloque de enfrente se ilumina por unos segundos. Comienza el día.

la ilusión por el jamón

(qué simpático rokelín)
Comienza abril. Me bailan los pantalones mientras suena Simulacro (y que no hay una vida en serio y otra vida de licencia), me mido la cintura, 70 centímetros (como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces / de haber dejado a un lado la que importa en prenda de una vez futura). Ayer por la tarde murió Rafael Berrio. Sus canciones me han servido siempre para ponerme en marcha (qué vida será la que prolongue o dé segundas funciones), hoy también.

Noticias del espacio exterior. Federico del Barrio me cuenta que está un poco mustio, que le resulta aplastante oír las noticias y procura evadirse viendo películas del Oeste. Le recuerdan a la infancia, cuando estaba con gripe y se quedaba en casa viendo la tele y leyendo tebeos. Para su madre la buena comida lo curaba todo. En su casa había un plato de adorno que decía: "Las mejores inyecciones son los chorizos y los jamones". Mi madre confiaba totalmente en las virtudes del jamón. Esto sí lo he heredado yo, me dice, pero ahora tampoco lo veo con demasiada ilusión. A mi pregunta semanal, ¿Qué has echado de menos estos últimos días?, su respuesta es clara: la ilusión por el jamón.

Verdoy está contento. El ayuntamiento de El Prat se hace cargo de las nóminas de todos los trabajadores de las escuelas municipales mientras dure la confinación.

Será la primavera más silenciosa de nuestras vidas, me dice Gallero. Sin embargo, si alguien me preguntara qué he echado de menos estos últimos 18 días diría: el silencio. No estoy acostumbrada a que el teléfono suene, ni a oír hablar atropelladamente durante más de una hora. El ruido y la velocidad me agotan. Ya he dicho que a partir del día 12 voy a confinarme voluntariamente, dos semanitas más, en una habitación vacía.