Yo, tan anárquica (dicen), llevo años reivindicando ciertos protocolos. Por ejemplo, seguir pidiendo las cosas por favor, y dando las gracias, a esa persona con la llevamos viviendo más de 30 años a pesar de oírla roncar o escupir después de cepillarse los dientes.
Seguro que ya lo traía en el ADN (nada se es si no se ha sido) pero cuando, hace años, vi la película Buenos días de Ozu esa constelación de genes protocolarios despertó.
Isamu y su hermano se ponen en huelga de silencio hartos de sus padres: saludar a los vecinos cada mañana, hablar del tiempo, comentar lo obvio.
Palabras sanadoras. Solo dos palabras.
Ahora leo que no estaba tan equivocada. Gracias, Ana Carrasco-Conde.