días de fieltro

Hay días en los que te levantas con el último sueño pegado al esternón, y no era bueno. Hay días en los que el techo amenaza tormenta a pesar de que en la terraza ría un mirlo. Hay días en los que te preguntas el paraqué de las cosas (el porqué ya está más que superado). ¿Para qué publicar? Ayer tuve la respuesta en la palma de mi mano.

Abro el buzón y encuentro un sobre abultado, lo abro en el ascensor, parece una piedra (sé que no hay nada más descabellado que enviar piedras por correo; yo también lo hago). Una nota dice, "esta piedra te ha llamado por tu nombre, es de un río del norte recubierta de fieltro verde". Pienso en una piedra con musgo. Al desdoblar el papel de regalo veo algo parecido a una bola de lana. La aprieto entre los dedos. Efectivamente dentro hay algo duro. No hay nada más descabelladamente hermoso que forrar una piedra con fieltro.

Pienso en cuando me dio por usar una botella de Coca-Cola como aceitero. Pienso en Méret Oppenheim. Le digo a Alberto que cierre los ojos, se la pongo en la mano y le digo: esta es la respuesta, para esto publico.

Si sólo hubiera escrito y guardado, jamás habría conocido a Marta y Marta jamás me habría presentado a Ana, ni Ana me hubiera enviado esta piedra. Publicar ha sido, y espero que lo siga siendo, emitir en una frecuencia que sólo captan los míos, los que piensan que forrar y enviar piedras por correo es descabellado, pero lo hacen de todos modos. "El hombre no quiere estar solo en el universo", decía Bowles. Seguro que el viejo llevaba alguna piedra del desierto en el bolsillo. Pero estoy segura de que no era una piedra tan hermosa como la mía.

Por cierto, Ana Soto es una artista extraordinaria.

nueva york, mon amour

Julio Neira acaba de publicar una preciosa antología en la colección Vandalia (Fundación Manuel lara), Titulada Geometría y angustia. Poetas españoles en Nueva York. Desde Fonollosa a Daniel Aldaya, desde Pedro Salinas a Isabel Pérez Montalbán. Una joya para leer en el desayuno, por ejemplo.
http://noticias.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/poesia/nueva-york-la-ciudad-metafora-para-los-poetas-espanoles_KaSt8IkV5heUMN5KguCeM7/

una de abuelas

Que a los amigos los quiero hasta lo jartible, con amor de madre, ya es cosa sabida. Pero ese orgullo de abuela postiza, ay, qué bien me sienta. La la la.
http://ztfnews.wordpress.com/2012/11/21/y-los-posteres-premiados-en-el-concurso-de-chien-shiung-wu-son/

cosas con las manos

usar las manos
ya sea para derribar un muro de piedras
o para hacer delicadas cosas aparentemente inútiles

esas cosas inútiles tan importantes
que tanto nos acompañan cuando todo es feo
http://lamebaverde.blogspot.com.es/

ni virutas ni serrín: polvo (enamorado)

Últimamente observo cierta agitación sobre el mismo tema: la edad, los años que pasan. No creo que sea porque se acerca, dicen, el fin del mundo. Más bien creo que se acerca diciembre y empezamos a hacer recuento de los propósitos que dejamos sin cumplir (también de algún dolor o arruga que antes no teníamos). Iba a sacar alguna conclusión o dar algún consejo, pero no soy capaz.

hazlo, ahora, ya

para furey y todos los etc

imagina una cocina
azulejos años 70

en el frigorífico sa jaia corema
con sus siete pies y un bacalao seco en las manos
la virgen del carmen y tres imanes
mi abuela sonríe
un lápiz, comprar canela en rama
dice un papel

te has tomado un vino blanco
y la olla exprés pita a tu espalda
todo huele a pollo con ciruelas

has decidido celebrar algo
que no ha sucedido, pero lo celebras
y te gusta cocinar
y te gusta esta cocina
con esa ventana que da a un descampado
ahora oscuro, negro
como los gatos que esconde

suena golpes bajos
y querrías bailar
y te acuerdas de un verso del viejo sam
que empezaba
querría que lloviese sobre el cementerio
pero tú lo que quieres es bailar
con él

ahora tú
hazlo, ahora, ya
bailemos

https://www.youtube.com/watch?v=NKqD-Oovtbw

santos que yo te pinte

Como apóstata que soy, me permito el lujo de canonizar a quienes se me antoja. Más bien es un lujo que los chicos de Manual de uso cultural me lo permitan. Aquí dejo el nº15 (en la sección "Al cierre", San Peano).

málaga, qué grande eres

Y qué bien que Malaguistán nos lo recuerde.
http://www.youtube.com/watch?v=e0mSjgVhk4I&feature=plcp

declaración de amor, seis

Si alguna vez vuelvo a escribir poemas, de los buenos, quiero que sean como estos:

NOTA ACLARATORIA

Nadie me entienda mal: no quiero ir de Quijote.
El desfacer entuertos ya ha pasado de moda
y cada cual es libre de pensar como guste.

Pero contra lo que la mayoría cree
Bogart jamás pronunció tócala otra vez, Sam,
el gol de Pelé nunca llegó a besar las redes,
el pan -por sí mismo, sin embutido- no engorda,
por buena que sea la ginebra si te aprietas
nueve gin-tonics te levantarás con resaca
y las letras mayúsculas -digan lo que digan-
siguen diligentes las reglas de acentuación.

Así que no pongáis cara de susto cuando afirme
que aquello de que el poeta ha de ser alguien raro
-excéntrico declamador de versos al sol,
por ejemplo, o siniestro, o inaccesible-
es una falacia más, otra leyenda urbana.

Poema de Eduardo Pérez Ruiz
del libro Paso de peatones (nº 115 de la colección Planeta clandestino, Ed. del 4 de agosto).

naranjas

Para Susi Márquez

En málaga desalojaron el cementerio de San Miguel y construyeron bloques de nichos en Parcemasa, en las afueras, mucho más ordenados y limpios. Sólo les falta la piscina comunitaria.

El mío era San Miguel. El de mi abuelo, quiero decir. El día de los muertos era una fiesta. Mi madre alquilaba una escalera de madera gris, astillada, y se subía a cambiar las flores y a limpiar las letras hundidas en el mármol. Me gustaba sentarme en el banco de piedra porque la falda me dejaba los muslos aún más desnudos, y siempre me gustó el frío. Mi madre ese día se ponía pantalones para no enseñar los suyos. Desde allí arriba, de espaldas, me daba órdenes, vigílame el bolso, ve a por agua, no te manches, agárrame la escalera.

Yo creo que mi madre limpiaba más rato de la cuenta sólo para ganar a las otras mujeres, porque una losa de medio metro tampoco tiene tanto trabajo. Lo curioso es que en esa extraña competición ganaba la que terminaba la última.

Después nos sentábamos juntas en el banco de piedra, yo con mis muslos y ella con sus pantalones, y mirábamos a mi abuelo, su nombre.

Nunca he visto rosas en San Miguel, sólo naranjas, las naranjas más naranjas del mundo. Mi madre cogió unas cuántas y las puso en el frutero para adornar, mezcladas con uvas y manzanas de plástico. Me dijo que no dijera de dónde las había sacado, que tu padre es muy aprensivo, dijo. La casa olió a cementerio toda la noche.

A la mañana siguiente, cuando mi padre fue a comerse una, mi madre tuvo que decirle que eran amargas, de las que crecen en los árboles de la calle. Sólo sirven para hacer sopas cachorreñas, dijo, y me guiñó un ojo.