no duele el vacío de una casa recién comprada
ni el de una maleta que alguien baja del altillo
no sabe el vacío de nuestros pies desnudos
siempre a punto de saltar
ni un revisor del niño
que viaja sin billete bajo el asiento de su padre
no pesa el pájaro en las ramas donde no hace nido
ni en el sueño olvidado de una siesta
ni pesa la curva negra de hormigas
bordeando un charco del que ninguna bebe
a pesar de este agosto también negro
no se detienen los murciélagos
para tomar impulso
no han aprendido a volar en formación
después de tantos siglos
de tantas antenas
de tanto tendido eléctrico
no han aprendido los nombres de las calles
ni tu nombre por más que yo lo grite
no están los días para echar en falta la niebla
ni a los caballos que nunca trajo la niebla