el poeta discreto

Antonio Muñoz Quintana (Málaga, 1969) falleció el pasado viernes 24 de octubre a los 45 años. Poeta sobre todas las cosas. Nos deja, entre otras publicaciones, dos libros hermosísimos: Canciones para un pequeño circo ruso (Col. Monosabio. Málaga, 2007) y Miedo a los perros (PUZ. Zaragoza, 2012). Licenciado en Historia (Mundo Antiguo) y con una vocación utópica por ser profesor de latín. Su amor por cualquier lengua le llevó a estudiar alemán, ruso y esperanto. Romántico y vehemente. Apasionado por las causas perdidas hasta el punto de crear una editorial, regalar los libros y acabar en números rojos. Rojo, ateo y barcelonista (di eso de mí; o mejor no digas nada, me diría). En su sobrenatural discreción, pocos sabíamos de sus problemas de salud: el corazón. Esa válvula de la que no quiso saber en 23 años.

Como los auténticos poetas dudaba continuamente. Ni siquiera una carta de su admirado Antonio Gamoneda le hizo dejar de dudar. Gamoneda, después de dos páginas llenas de cariño le daba el consejo que deberíamos seguir todos los que escribimos: "Recuerda, lupa y navaja".

Si está en algún sitio estará con Panero, bebiendo Coca-Cola.

Qué frías me resultan ahora las palabras que siempre me han abrigado. Porque al final la vida es eso, encontrar las palabras que nos abriguen. Yo las buscaré siempre en sus poemas. Aunque ya sabes que lo mío es frío polar, amigo Antonio.