Francisco Cabezas, tío de Juan González Cabezas, hizo un pacto con el diablo y nos hemos enterado ahora.
"A quien Dios no le da hijos el diablo le dará sobrinos". Y firmó.
Con lo que no contaba el diablo era con que un sobrino le saliera poeta. Y ahora resulta que Juan González Cabezas le dedica una canción de amor a su tío, aunque diga que está escrita por sus diecinueve sobrinos (vaya usted a saber).
Leyéndolo me he acordado de Rafael Pérez Estrada y Pedro Casariego Córdoba. Allá deberían estar (ellos y el tío), en algún sitio de esos en los que soy incapaz de creer, tomando una copita de agua con misterio, que dicen ahora.
Por ejemplo aquí:
¿Acaso es usted un lord,
un passing shot,
Tyrone Power
alargando el brazo hasta
devolver la pelota de tenis
a un campo de amapolas?
Como no soy crítica (literaria) ni lo quiero ser (arriba la barca, una dos y tres), solo diré tres cosas: ya quisiera yo que mi sobrinerío dijera algo, mínimamente parecido, sobre mí cuando yo me fuera al otro mundo (con el tío de Juan); ya quisiera yo escribir como Juan González Cabezas; ¿quién dijo que la poesía estaba muerta?
Canción de amor a Francisco Cabezas escrita por sus diecinueve sobrinos (Ed. Frato, 2022). Con prólogo de Javier La Beira.