las perlas y los genes respiran

Le pregunto a mi madre qué ha echado de menos estas dos últimas semanas.

Nada, hija, no noto ningún cambio, como salía poco o nada, estoy igual, igual no, mejor, porque ahora tengo el aliciente de salir a aplaudir cada tarde, la voz cantante la llevan los argentinos del segundo, que por lo visto son músicos y tocan disfrazados de mejicanos, yo eso no lo entiendo, pero ellos sabrán, aplaudimos todos y cuando él lo decide levanta los brazos y se acaba, nos despedimos y para adentro. Mamá, ¿y has hecho algo raro estos días que no hicieras normalmente? ¿Yo?, nada, todo igual, me levanto, hago la cama lo primero, me arreglo y ya está, como no me da miedo nada, tan tranquila.

Me quedo callada cinco segundos, quiero esos genes para mí, creo que los tengo, espera, ¿a ver?, sí, los tengo.

Yo tampoco he echado de menos nada, bueno, un día que fui al súper, la alegría, estaban todos con una cara... Uy, pero eso es porque se toman muy a pecho todo, como tu padre y tu tía, mira, si te toca te toca, que a mí no me va a tocar, eso lo sé, pero si te toca, pues nada y si no te toca mejor, ¿qué marl da? Pues sil, qué marl da. Te dejo que tu padre dice nosequé, adiol. Adiol mamá.

Mi madre siempre dice que las perlas necesitan respirar, y he pensado, humm, sólo me he puesto dos veces (en dos bodas) el collar de perlas que me regaló. Se me ha ocurrido preguntar a los amigos qué es lo más raro (por no habitual) que han hecho en estos quince días de confinamiento. Sonia y Míchel, bailotear en su cuarto. Cilleruelo escribe un diario con tinta violeta. Itzíar escribe a diario (que no un diario). Enrique Kb, yoga (esta sí que no me la esperaba). Yo, ponerme perlas para estar en casa.