Nos es por poner los dientes largos (bueno, sí, es para eso). Hoy, hemos presentado La canción de mercurio y me lo he pasado en grande. También me he emocionado (ya no me da vergüenza llorar en público) al leer el (po)e-mail que le envié a mi amigamor Begoña Paz. No me he atrevido a apartar la vista del libro, pero lo he leído del tirón, como una campeona.
Gracias a las amigas, gracias a los amigos, que han venido a acompañarme. A ese señor que ha estornudado, que siempre viene a todas mis lecturas y me sonríe desde el fondo de la sala y no sé o no recuerdo su nombre, pero la próxima vez me guardo la oscuridad y me acerco a darle un beso.
Gracias a esa chica con gafas que apuntaba todo lo que decíamos. Gracias por pasar frío en la calle y calor en el CAL. Gracias a Miguel Bueno (mi profesor de biología del instituto) que me hizo la foto de la solapa y que ha venido a escucharme y a improvisar un poema que hablaba de raíces y de pies en la tierra.
Gracias a los que se quedaron a tomar un vermut y a contarme sus preciosas historias camino de aparcamiento.
Gracias, mi queridísimo Ferran Fernández, por aceptar presentar mis libros como sólo yo espero que lo hagas (a pesar de las recomendaciones de Pacocumpián). ¡Te ficho para el próximo!
Gracias al CAL y a Pablo Monereo. Y gracias, tremendas gracias, a todas aquellas personas que me inspiran escribir mails bonitos.
Qué suerte tengo.