Recuerdo la impresión que me causó leerlo por primera vez. Recuerdo su película La asusencia cuando decía: "la calma del domingo, los que hacen ruido, los blasfemos de hoy". Por un motivo u otro me la repito desde entonces cada día.
No hace mucho, después de ver el documental de Corinna Belz, escribí algo:
Veo a Peter Handke limpiando y cortando en láminas una seta, y pienso: Todavía está guapo, incluso más guapo que de joven. Después da unos pasos por su camino infinito de pensar. Los pantalones le quedan grandes, le hacen globo alrededor del cinturón, como a esos ancianos que comienzan a menguar dentro de su propia ropa. Siento una tristeza enorme. Siempre pensé que Handke era alto. También lo pienso de Beckett. Cualquiera sabe. Me gustaría que en los libros, junto a la foto de solapa, se incluyeran los datos del peso y la altura como hacen en las estampas de futbolistas.
Hace dos días busqué una foto suya para mi pared de irrenunciables. Se le ha dulcificado el gesto, pensé.
Anoche estaba en la cama escuchando el motor de mi cabeza. Alberto entra y dice: "Le han dado el Nobel a uno que te te gusta".
Gustar es poco. Qué felicidad, qué maravilla.