(Viñeta de Caín publicada en La razón, 19 abril 2013) |
Siempre he pensado que cuanto más conoces a alguien, cuanta menor la perspectiva, mayor la facilidad para encontrar defectos. El conocerse, a veces, demasiadas veces, acaba con eso que podemos llamar admiración.
No sé qué escritor decía (hablando de su mujer, que no valoraba su trabajo) "Nadie admira a alguien con quien duerme".
Siempre admiré a Federico del Barrio, siempre quise conocerle
a pesar de temer
que la no-distancia me hiciera acostumbrarme, no sorprenderme, habituarme.
Aunque vaya contra las leyes de la perspectiva
cada día lo admiro más. Me deja sin palabras
con esas manchas que se vuelven caras, esos ojos de pozo
donde veo toda entera toda la pintura
de los grandes maestros
que tanto nos gustan. Meter un Goya o un Velázquez en un ojo
sólo puede hacerlo él.
Pero hoy, es un trapo sin sombras siquiera. Se me han saltado las lágrimas (no exagero).
Pensar, mirando una viñeta en una pantalla de ordenador, que una bandera di-bu-ja-da pesa
(y no hablo del texto)
sólo lo puede conseguir un maestro. Él.