(bailando bajo la lluvia) |
Siempre he pensado que los escritores deberían escribir únicamente para construir su propio mundo. Mostrarlo a los demás debería ser secundario.
A estas alturas no tenemos la menor duda de que Francisco Javier Irazoki hace ya tiempo que vive en el suyo. Afortunadamente nos abre puertas y ventanas para compartir toda esa belleza.
Todos sus libros son fragmentos de una vida ancha, instantáneas eternas de lo que ama. Es bonito escribir para no olvidar o para que algunas personas no caigan en el olvido.
En El contador de gotas (Hiperión, 2019) vuelve a hacerlo. Lo que más me gusta de Irazoki es que no retrata, convierte en paisajes a las personas que ama, incluso a aquellas que parecen piedras llena de oído. Así es él.